Leer (Lucas 18:9-14)Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. Lucas 18:14b
“Las comparaciones son odiosas”, escuché decir alguna vez. También escuché que si te comparas con alguien peor que tú te vuelves vanidoso, y que si lo haces con alguien mejor que tú te vuelves vano y amargado. A esto agrego: ¿Quién decide quién es peor o mejor que nosotros?
Esta parábola de Jesús se basa en esa mala costumbre que tenemos de compararnos con otros. ¿De dónde salió esa práctica dañina tan común? La Biblia nos da la respuesta: si comen de la fruta del árbol prohibido, dijo el diablo, “se les abrirán los ojos, y serán como Dios” (Génesis 3:5). El diablo nos engañó haciéndonos creer que íbamos a ser como Dios, y terminamos siendo como él: mentirosos y ciegos a la verdad.
El fariseo de la parábola se mintió a sí mismo, desconociendo la verdad de su profunda corrupción, y se comparó con otros de su propia elección, para alabarse ante Dios. El cobrador de impuestos, despreciado y descalificado por sus conciudadanos por el tipo de trabajo que tenía, se comparó con Dios, y descubrió la verdad: “Soy un pecador” (v 13).
Quien se comparó con otros, pensó no necesitar la gracia; quien se comparó con Dios, imploró misericordia. Esta enseñanza de Jesús dirige nuestros ojos hacia nosotros mismos y hacia nuestro Padre celestial. Sólo cuando vemos que no somos mejor que nadie, reconocemos que necesitamos la gracia de Dios.
No te preocupes si tienes vergüenza de levantar la vista al cielo: la misericordia de Dios baja hasta ti, y al perdonarte te hace caminar con la mirada puesta en el cielo.
Padre, tu misericordia es más grande de lo que me puedo imaginar. Ayúdame a vivir bajo ella. Amén.
Por: CPTLN