jueves, 27 de febrero de 2020

Sigue confiando

“Así ha dicho Jehová: ¡Maldito quien confía en el hombre y se apoya en un brazo de carne, apartando su corazón de Yahweh!” (Jer. 17:5).
Maldito.
Dios maldice el hombre que confía en sí mismo o en otro hombre en lugar de en Dios, a la persona que tiene su fortaleza en las capacidades del hombre, su tecnología, su genio, su inteligencia e industria. Este es el hombre moderno. Su confianza no está en el Señor, sino en sus propios recursos y en todas las infraestructuras de la sociedad moderna. Piensa que prosperará, pero todo su duro trabajo no dará los resultados deseados porque el mundo que él crea vendrá a la ruina. “Será como retama en el desierto, y no verá cuándo viene el bien, sino que habitará lugares secos en el desierto, en tierra salitrosa y deshabitada” (v. 6). Será como un arbusto en el desierto, secándose por falta de agua en medio de una expansión árida, inhóspita y sin vegetación alguna. No sobrevivirá para ver el bien cuando venga, sino que se secará de todo en medio del vasto vacío. Este es el cuadro de desolación, sequía, hambre y muerte. Lo que tanto prometió le ha defraudado.
Bendito.
“Bendito aquel que confía en Yahweh, y cuya confianza está en Yahweh. Será como árbol plantado junto a las aguas, que extiende sus raíces junto a las corrientes, y no teme cuando viene el calor, pues que su follaje estará frondoso, y en el año de sequía no se preocupará, ni dejará de dar su fruto” (v. 7, 8). Toda la contraria es la experiencia del hombre que pone su confianza no en sí mismo, sino en el Omnipotente Dios. No es como un arbusto en el desierto, sino como un árbol frondoso plantado al lado de un río. Sus raíces beben el agua fresca. No sufrirá aun en tiempos de sequía, sino que prosperará. Sus hojas serán perpetuamente verdes; crecerá y dará fruto.
Ahora, ¿qué está diciendo el Señor con estos dos cuadros, el del arbusto seco del desierto y el del fructífero árbol al lado de un río en un campo verde? Es la diferencia entre el creyente y la persona del mundo. El factor determinante es donde ponen su confianza. Según el Señor, el mundano no prosperará, aunque desde nuestra perspectiva parece que sí. Los arbustos en el desierto no producen fruto. Dar fruto es siempre el resultado de una relación con Dios (Juan 15:5 y 2 Pedro l:8). Ambas plantas experimentan la sequía, pero con diferentes resultados. Una la supera, la otra, no. El sufrimiento, la pena y el dolor vienen al no creyente y al creyente por igual, pero para uno significa la ruina, mientras que el otro tiene recursos en Dios para superarlo y continuar produciendo fruto. No le destruye: “Será  como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y su hoja no se marchita, y todo lo que hace prosperará” (Salmo 1:3). El río de Dios no se seca. El creyente continúa bebiendo profundamente del Espíritu. Medita en la Palabra de Dios, cree las promesas de Dios, confía en el carácter de Dios, ora y recibe fortaleza de Dios. Ningún desastre puede impedir que dé fruto. No se preocupa por la sequía, porque sus fuentes están en Dios.     
Para ti, ¿qué significa la sequía? ¿El paro? ¿La vejez? ¿La muerte de tu cónyuge? ¿Una grave enfermedad? ¿Una división de iglesia? La promesa de Dios es que si has puesto tu confianza en Él, no necesitas tener ansiedad cuando vengan los tiempos difíciles, porque el suministro del Espíritu nunca te fallará. Sigue confiando, y darás fruto. 
Enviado por el Hno. Mario Caballero