Leer | Lucas 15.11-24
A veces, cuando leemos la Biblia, no captamos todo el significado de ciertas palabras por las limitaciones de nuestro idioma. Por ejemplo, en castellano solamente tenemos una palabra para “amor”, pero las cartas originales de Pablo, escritas en griego, utilizan dos palabras. Los creyentes tenemos la promesa de que el amor de Dios habitará en nosotros (Ef 3.19). Pero a menudo pensamos que se refiere al amor fileo —el afecto fraternal. Pero la verdad es que el Espíritu Santo manifiesta el amor ágape en nosotros —el amor abnegado y desinteresado.
Nosotros, también, tenemos la capacidad de reflejar el mismo amor que el Señor Jesús demostró en el Calvario. Él describió sutilmente el poder de este amor en su parábola del hijo pródigo. El padre debió de haberse dado cuenta de que el egoísmo y deseo por viajar estaban consumiendo al joven, y que negarle su petición de recibir anticipadamente su herencia lo llevaría al resentimiento. Por eso, a pesar de su sacrificio personal y monetario, el padre le dio a su hijo la herencia. Después, esperó mientras el pródigo aprendía su lección.
No cabe duda de que fue un tiempo difícil. Un buen padre quiere proteger a sus hijos de los errores. Pero el hombre sabio también sabe que las personas deben descubrir las duras verdades por sí mismas. A veces, lo mejor es hacernos a un lado.
El hijo pródigo regresó al hogar, sucio, contrito y buscando un lugar entre los sirvientes. Pero lo que recibió fue todo el amor de su padre y la restauración inmediata como el hijo del amo. Ese es el amor ágape, el amor que gana los corazones y las mentes para el Señor.
Por Min. En Contacto