“Edificaré mi iglesia” (Mat. 16:18).
¿Qué es esta iglesia que Jesús vino para edificar? Es el pueblo de Dios, es la morada de Dios en la tierra, el cuerpo de Cristo, la congregación de los redimidos, la compañía de los santos; estos son los que han sido elegidos, santificados, rociados con la sangre de Jesucristo, renacidos para una esperanza viva, y están esperando su herencia incorruptible, “guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparado para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Ped. 1:2-5). Estos son.
Se reúnen para edificación mutua: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (1 Cor. 14:26). Adoran a Dios mediante su santidad de vida (Rom. 12:1), y evangelizan mediante el amor y la unidad que les caracteriza, alabando a Dios y dando buen testimonio hacia los de fuera, y el Señor va añadiendo a la iglesia los que han de ser salvos (Hechos 2:46, 47).
Pero no todo lo que pretende ser iglesia lo es. Una iglesia que no tiene a Cristo como cabeza no es iglesia. Una que no acepta la Biblia en su totalidad como Palabra de Dios, que no es regida por ella, y que no obedece lo que dice, no es iglesia. Tampoco lo es si no está recibiendo vida del Espíritu Santo; tal institución sería una iglesia muerta. Una iglesia no es una O. N. G., pero sí ministra a las necesidades de los pobres. La ayuda social siempre va acompañada del evangelio, la ayuda más grande que un necesitado puede recibir. Si no hay disciplina en la iglesia, es decir, si el pecado va sin corregir, es una iglesia bastarda: “Si os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos” (Heb. 12:8). Y sin una disciplina correcta los hijos están provocados a ira. La iglesia es una familia del cual el Señor dice: “No provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Una iglesia es un lugar de corrección, transformación y crecimiento.
En una iglesia viva hay comunión, santidad, unidad, evangelización, crecimiento y oración, pues es una casa de oración. La iglesia no es un seminario teológico; no es una escuela de música; no es un teatro; y no es un servicio religioso donde se observa la actuación de otros. Una iglesia es un lugar de consuelo en un mundo de sinsabores. Sin esta gracia del Espíritu Santo, sus miembros están aplastados bajo una carga de sufrimiento que les incapacita para vivir para Cristo, pero con ella son un testimonio vivo al poder de Dios para cambiar una vida, restaurarla y llenarla de gozo.
Enviado por: Hno. Mario Caballero