viernes, 10 de enero de 2020

Poder, amor y plenitud

“Para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:19).
¿Qué es lo que más quiero de Dios? ¿Su gran poder para hacer grandes milagros y para llegar a ser famoso, solicitado por las masas? ¿Quiero ser como una planta hidroeléctrica canalizando la potencia del Río de Dios por medio de mi cuerpo para realizar grandes actos de sanidad para que me vean? ¿Por qué quería Satanás el poder de Dios? Para gobernar. Poder es autoridad. El diablo quería ser la autoridad máxima en el universo. Tener poder me da autoridad. Desear el poder de Dios para la autorrealización es la esencia de lo satánico.
Simón el mago iba por este camino. Antes de oír el evangelio usaba sus poderes para hacerse un nombre: “Había un hombre llamado Simón que antes ejercía la magia… haciéndose pasar por algún grande. A este oían todos diciendo: Este es el gran poder de Dios” (ver Hechos 8:9-25). Después de ver el poder que los apóstoles tenían, lo codició para sí mismo diciendo: “Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo”. Aberrante. Quería controlar el Espíritu Santo y utilizarlo para engrandecerse a sí mismo. Veía que era aún más grande que el poder que él tenía antes. Este es el mismo espíritu del diablo. Aun profesando fe en Cristo, cayó en la tentación de buscar controlar el poder de Dios.
Cuando Pedro le reprendió, no se arrepintió, sino que más bien expresó miedo de las consecuencias de su pecado. Pidió que Pedro orase por él porque no tenía una relación personal con Cristo. Temía que fuertes poderes obraran en su contra. No pensaba en Jesús como Persona, sino como un Poder. No quería tener a Jesús, sino al Espíritu Santo para utilizarlo a su antojo, la esencia del satanismo.
¿Lo que más quiero de Dios es su poder? ¿Ser lleno del poder de Dios es lo mismo que ser lleno del Espíritu? Veamos lo que dice la Biblia: “Para que cimentados en amor seáis capaces de conocer el amor de Cristo, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:17-19).
Más profundo que el poder de Dios es el amor de Dios. El poder es su autoridad, pero el amor es su personalidad. Dios está situado sobre toda principado y poderío, pero su amor lo define. Los hay que ayunan para estar lleno del poder de Dios. ¿Ayunarías para estar lleno de su amor? ¿El amor de Dios te constriñe? ¿Quieres conocerle a Él como Él te conoce a ti? Su amor es intimidad. Es un conocimiento de ti que excede el que tiene tu marido, tus hijos, tu mejor amiga o el que tienes de ti misma. Comprende tus motivaciones, tus lagunas, por qué haces lo que haces y anhelas lo que anhelas, y cómo buscas satisfacer tus deseas más fuertes. Te ama a pesar de tus incongruencias, contradicciones, egoísmos y grandes fallos de carácter. Profundizar en el asombroso amor de Dios para ti es el camino a la plenitud del Espíritu Santo. No nos ama porque somos fabulosas, sino porque Dios es misericordioso y compasivo y su amor llega al fondo de nuestra depravación. En ningún sitio vemos más este amor que en la Cruz del Calvario. Allí exclamamos: “Este es el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Allí empieza la plenitud del Espíritu Santo y nuestra experiencia personal de lo más grande de Dios, su amor.
Enviado por: Mario Caballero