“Añadid a vuestra fe virtud… porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pedro 1:5, 10).
Lo que hemos visto hasta ahora es que un carácter cristiano nos ayuda a no apartarnos del Señor. Acompaña a nuestra fe y nos protege a la hora de la tentación. Por eso, el apóstol Pedro dice que hemos de añadir a nuestra fe una serie de virtudes. La fe sin las cualidades de carácter que el apóstol nombra es bastante indefensa. Si tienes mucha fe, pero no tienes virtud o dominio propio, puedes terminar en la cama con tu novio, o puedes tener tanto desorden que no consigues un empleo, o te enfadas y pierdes las amistades, luego culpas a Dios. ¿Entonces qué pasa con tu fe? Si tienes fe pero no tienes conocimiento de Dios y de su Palabra, puedes hacer trampas en tu negocio. Si tienes fe sin paciencia puedes tener guerra en casa, dar mal testimonio y complicarte mucho la vida por tu propia culpa. La piedad es compasión, misericordia, caridad, lástima, conmiseración y devoción a Dios, las dos cosas. Si tienes fe sin piedad, que es amor por Dios y compasión por otros, caerás en la tentación de juzgar y condenar a otros, como si tú fueses perfecta, y aislarte de la gente. No encuentras una iglesia bastante perfecta para ti, y tu fe sufre las consecuencias. Sin afecto fraternal, la iglesia te sobra. ¡Tú y Dios y nadie más! Esto es caer en la tentación de la súper-espiritualidad y te deja inútil para el servicio del Señor, ¡y el enemigo gana! Sin amor, no funciona nada en tu vida, ni tus relaciones con los demás, ni las con Dios. ¡Ni te levantarás de la cama para leer la Biblia! De esta forma no permitas que el Espíritu Santo te hable para transformarte y tu fe corre gran peligro.
Pues, Pedro tiene toda la razón. Necesitamos incorporar estas cualidades en nuestro carácter para proteger nuestra fe, para no caer en tentación y así alejarnos de Dios. Santiago concuerda con Pedro: “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas” (Sant. 2:1). Que nuestra fe vaya acompañada de piedad y amor. “Si alguno dice que tiene fe, y un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día” (Santiago 2:14, 15) y no le atiende, ¿qué vale esta fe? Pero si añade a su fe afecto fraternal, ¡vale mucho! “Yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18). Esta es la persona que ha añadido a su fe estas virtudes que nombra Pedro. Así le guarda del pecado.
Las cualidades cristianas protegen nuestra fe para que no caigamos en pecado. “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas (es decir, cultivando estas virtudes), no caeréis jamás” (2 Pedro 1:11). Vemos a muchos caer. Caen por su mal carácter, su informalidad, sus pasiones sexuales, su negligencia de la Palabra, su deshonestidad, su participación en las cosas del mundo. Aman más al mundo que a Dios. Creen más sus mentiras engañosas que la Palabra de Dios, porque no se disciplinan para leerla. Esto es lo que queremos evitar. Queremos que los que profesan fe se salven. Vamos a insistir como Pedro, ponernos pesados, si hace falta, con tal de hacer volver al pecador del error de su camino y salvar de la muerte eterna su alma (Santiago 5:20). Así cubrimos un montón de pecados: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3). ¡Entre estos queremos estar!
Enviado por: Hno. Mario Caballero