“Ésta es la causa de mis lágrimas. El llanto brota de mis ojos, pues no tengo a nadie que me consuele; ¡no tengo a nadie que me reanime! ¡Mis hijos han sido derrotados! ¡El enemigo nos venció!” Lamentaciones 1:16
Las noticias están llenas con historias de personas que están pasando por situaciones desesperadas. Hay muchas familias que han perdido sus casas, y muchas más que están en peligro de perderlas.
Ed Roslonski, de Detroit, es uno de quienes ha perdido su casa. Pero en este caso no la perdió por no haber podido pagar la cuota de la hipoteca. Un día, al regresar a su casa, se encontró con que simplemente no estaba más, había desparecido.
En un momento la casa iba a ser demolida, pero antes de que eso sucediera, Ed la compró e invirtió 30.000 dólares para arreglarla.
Hasta que un día alguien, sin saber cómo o por qué, la puso nuevamente en la lista de casas a demoler.
Ed podría decir lo mismo que dijo Job, el escritor del libro de Lamentaciones: “Ésta es la causa de mis lágrimas.”
Pero sin embargo, quienes hemos sido bendecidos con fe en el Salvador, nunca podemos decir: “No tengo cerca a nadie que me consuele… el enemigo salió victorioso” porque en el Salvador hemos recibido una paz que sobrepasa todo entendimiento humano. Más aún, a través del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús somos triunfadores.
Lutero lo dijo muy bien: “Que lleven con furor los bienes, vida, honor, los hijos, la mujer… de Dios el reino queda”.
En el caso de Ed, se le llevaron la casa, pero nadie le ha quitado ni le podrá quitar la mansión que le espera en el cielo. En cuanto a usted… no sé qué le habrá quitado o le estará por quitar el mundo… pero sí sé lo que todavía tiene: al Salvador y su promesa de vida eterna.
Por: CPTLN