lunes, 30 de diciembre de 2019

Arrepentimiento sincero

Lucas 3:7-14
Produzcan frutos dignos de arrepentimiento y no comiencen a decirse: “Tenemos a Abraham por padre”. (Lc 3: 8a)
Ser considerados “raza de víboras” no es precisamente un elogio. Sin embargo, ese es el duro apelativo que debe usar Juan el Bautista contra aquellos que se acercan buscando ser bautizados. El profeta sabe bien que no están sinceramente arrepentidos, sino que su actitud es apenas un simulacro. Esa gente cree que no tienen nada que cambiar, que no deben renunciar ni a su orgullo ni a su justicia. Es más, se escudan diciendo: “tenemos a Abraham por padre”.
Pero el arrepentimiento que Juan predica es algo totalmente distinto de un mero gesto exterior. Demanda un cambio de la mente y del corazón, un cambio que se evidencia en frutos de amor y de justicia. No es un traje de bondadosos que nos colocamos para negociar una mejor condición ante Dios o el prójimo. Es dolor por el pecado, un cambio desde la raíz. Es muerte a una forma de ser y fe en el cambio que Dios opera en nosotros. El arrepentimiento sincero no es un parche exterior; es obra de un Dios justo y misericordioso en nuestro ser.
La venida del Mesías demanda ese cambio en nosotros. Celebrar una navidad auténtica implica tal arrepentimiento. La venida de Jesús nos abre la puerta a una auténtica reconciliación con Dios. El Dios justo, que pone al descubierto nuestra maldad y pecado, es el mismo que por causa de Jesús nos perdona, nos renueva y nos permite producir auténticos frutos de arrepentimiento. Son más que simples parches externos. Son obras frescas, espontáneas, que ya no pretenden sobornar a Dios, sino que brotan de un corazón restaurado por la gracia divina.
Por CPTLN