viernes, 11 de octubre de 2019

Como arcilla

“Estoy persuadido de que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Filipenses 1:6 
Es interesante observar trabajar a un alfarero, especialmente si uno puede ver todo el proceso de hacer una pieza.

Primero prepara la arcilla: la moja, la golpea, la corta, y la amasa una y otra vez. Usualmente lleva varias horas, en el correr de dos o tres, días hasta que la arcilla está lista.

Cuando la arcilla está pronta, la coloca en el torno de alfarero que la hace girar mientras él le va dando forma. Con las manos empuja, tira, corta y cava la arcilla, hasta que la forma que tiene en su mente se hace visible.

Luego coloca la pieza a secar durante unos días en un estante antes de ponerla en el horno. Después de hornearla la primera vez le aplica el vidriado, que es una arcilla muy fina con químicos que, al derretirse, producen hermosos colores. A esta altura la pieza todavía se ve como un trozo de tierra dura.

Una vez más lo pone en el horno a temperatura bien elevada. Esto hace que la pieza se endurezca bien y sea durable, y también revela los colores y diseño que el alfarero ha aplicado en su superficie.

Sólo después que la arcilla ha sido golpeada, formada, estirada, y horneada, podemos ver la belleza que desde un principio existía en la mente del alfarero.

Recordemos que el Dios Trino es el Alfarero por excelencia de nuestra vida. Él tiene muchas esperanzas y grandes planes para cada uno de nosotros. Es cierto que quizás no nos gusta cómo nos va formando, ni el dolor que sufrimos en el proceso, pero es necesario.

Con la paciencia de un alfarero, él sigue moldeándonos, perdonándonos y entrenándonos toda la vida. A veces hasta sube la temperatura del horno, o nos da momentos de descanso y paz.

Dios hace lo que es necesario para nuestro bien porque nos ama… por ello es que sus manos nos están moldeando según su propósito para nuestra vida.
Por CPTLN