Pongan la mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra. Colosenses 3:2
Un día, un vecino muy amable le dio a un perro un hueso con mucha carne. En su camino de regreso, el perro iba sosteniendo el hueso firmemente en su boca. Al cruzar un pequeño puente, su imagen se reflejó sobre el lago.
Es claro que, para él, lo que había visto era otro perro con un hueso en su boca. Pensando que el hueso del otro perro era mejor que el suyo, quiso arrebatárselo, para lo cual dejó caer el suyo al agua.
No sé cómo son ustedes, pero yo soy como ese perro: me cuesta estar completamente satisfecho con lo que tengo. Cuántas veces, después de una excelente comida, he dicho: “¡he comido demasiado!”. Pero un par de horas más tarde me encuentro de nuevo en la cocina buscando algo para comer.
Mick Jagger, el cantante del grupo musical los Rolling Stones, canta una canción que se llama “No puedo tener satisfacción”. Cuando tenía 40 años, Mick declaró que su anhelo era: “un día dejar de cantar ‘No puedo tener satisfacción'”. Hoy tiene más de 50 años de edad, y aún no ha logrado su anhelo, a pesar de haber alcanzado el éxito, la fama, y de poseer mucho dinero.
¿Por qué es que muchas personas, especialmente aquéllas que parecen ser exitosas, nunca están satisfechas?
La respuesta es simple: no hay nada en este mundo que pueda brindar total satisfacción a nadie. Simplemente dicho, “nadie podrá estar jamás satisfecho”. Esto se debe a que estamos muy hambrientos de algo que no se puede encontrar en este mundo.
Lo que verdaderamente deseamos es conocer a Dios. Él envió a su Hijo Jesucristo a este mundo para demostrarnos su amor. Al leer más y más sobre Jesucristo en la Biblia, aprendemos más sobre Dios Padre. Jesucristo una vez afirmó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Jesucristo te extiende una invitación a encontrar la verdadera y completa satisfacción en él. Su invitación es muy sincera. Él simplemente dice: “Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar” (Mateo 11:28).
En la oración podemos hablar con Jesucristo de la misma manera que hablamos con cualquiera de nuestros amigos. Podemos compartir con él nuestros temores más grandes, nuestras fallas y preocupaciones. Si le pedimos a Jesucristo que nos muestre a Dios, y que nos ayude a conocerle de tal modo que satisfaga nuestros anhelos más grandes, podemos estar seguros que no nos decepcionará ni nos hará a un lado. Todos los seres humanos necesitamos a Jesucristo en esta vida, y también en la vida eterna.
Por CPTLN