Quizá lo ignore, o más bien quiera negarlo… pero lo cierto es que usted puede asegurarse un lugar en el paraíso, ese lugar de infinita felicidad. Jesús lo pagó para nosotros con su propia vida. Desde ahora nos invita a apropiarnos de ese lugar.
Sus manos llevan las marcas de las heridas que le hicieron en la cruz del Gólgota, cuando fue crucificado. Usted sabe, porque lo oyó o lo leyó en la Biblia, que él se entregó voluntariamente a los soldados que fueron a arrestarlo, porque vino de parte del Padre para salvarnos. Usted sabe que necesita ser salvo.
Entonces considere el sufrimiento del Señor Jesús; él fue azotado, humillado, crucificado por los hombres, pero dio su vida por usted. Cuando eso sucedió, él sabía que usted vendría al mundo y lo necesitaría. Mire sus manos y su costado traspasado por donde salió la sangre; comprenderá que no se puede añadir nada a esa salvación: Jesús la ofrece a todo el que desea recibirle. Si usted acepta a Jesucristo como su Salvador, es sanado de su estado de pecado mediante Sus sufrimientos en la cruz. Por Su condenación, por el abandono que sufrió de parte de Dios, sus pecados fueron expiados y usted es salvo, al creer en Jesús. Entonces, él le pone en contacto con el Padre, quien nunca le abandonará.
“Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10:10). ¡El paraíso fue adquirido para usted a un alto precio! ¿Desea entrar en él?
Enviado por: Hno. Mario Caballero