martes, 22 de noviembre de 2016

Un amor imposible de medir

Un amor imposible de medir

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Juan 3:16



Una canción de la escuela bíblica dice: “El amor de Dios es maravilloso… tan alto que no puedo ir arriba de él, tan ancho que no puedo ir afuera de él… cuán grande es el amor de Dios.” No hay cinta métrica capaz de medir el amor de Dios: es infinito, inalcanzable, imposible de comprender. Así nos lo recuerda el Evangelio, cuando dice: “De tal manera amó Dios al mundo.” Dios ama profundamente a toda la humanidad, a cada ser humano por igual. Sin embargo, aunque infinito, el amor de Dios tiene una forma específica, palpable y visible a la cual podemos aferrarnos y abrazarnos en todo momento, porque la expresión máxima del amor de Dios es Jesús, su único Hijo.




El amor de Dios debió ser grande, porque nuestro pecado también lo es. Por eso Dios nos dio a su Hijo, quien entregó su vida por nosotros para que seamos perdonados y tengamos esperanza eterna. Es un consuelo saber que, aunque no somos los mejores y no siempre reflejamos virtudes o bondad, el Padre celestial nos ama sin condiciones, pues él nos creó. La medida del amor de Dios es dar todo, hasta lo más preciado–su propio Hijo–para que podamos recibir vida y seguir el rumbo de la verdad que él nos muestra. Aún sorprendidos por tanta bondad de nuestro Padre nos alegramos y disfrutamos de ella, reconociendo que, gracias a su amor, tenemos grandes bendiciones en esta vida.

Por CPTLN