Mi pequeño instrumento en su gran orquesta
Michael Costa dirigía su célebre orquesta cuando, durante un ensayo, mientras las trompetas sonaban, los címbalos reteñían y los violines cantaban, el que tocaba un pequeño instrumento, el piccolo, se dijo: «¿Para qué sirvo? Es igual que toque o que no toque; de todas formas nadie me oye». Entonces dejó el instrumento en la boca pero paró de tocar. Unos instantes más tarde el director de la orquesta exclamó: «¡Parad! ¡Parad! ¿Dónde está el piccolo?». El oído del maestro había notado su falta.Hay períodos en nuestra vida en los que nos sentimos insignificantes e inútiles. Estamos rodeados de personas que tienen mayores talentos que nosotros, y a veces, en momentos de debilidad, nos dan ganas de retirarnos y dejar que otro haga nuestro trabajo. Nos decimos que, de todos modos, nuestra contribución no cambiará gran cosa. Olvidamos lo que sugirió nuestro Señor cuando utilizó cinco panes y dos peces que un niño le llevó para alimentar a toda una multitud (Jean 6:5-11).
Fue el Señor quien nos puso donde estamos. Él distribuye las tareas y da los medios para cumplirlas. Que hayamos recibido pocos o muchos talentos, no nos corresponde a nosotros considerar la importancia. Pongamos sencillamente a su servicio lo que recibimos. Él siempre está atento a la manera como cumplimos lo que podríamos llamar nuestra prestación de servicios diaria. “A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad” (Mateo 25:14-30).
Enviado por Hno. Mario