lunes, 26 de enero de 2015

¿Dónde están todos los Pastores Santos?

¿DÓNDE ESTÁN TODOS LOS PASTORES SANTOS?

 Dios le dijo al profeta Jeremías: “Como no puede ser contado el ejército
 del cielo, ni la arena del mar se puede medir, así multiplicaré la
 descendencia de David mi siervo, y los levitas que me sirven” (Jeremías
 33:22). Él estaba diciendo: “Te doy esta promesa del pacto de que voy a
 incrementar el sacerdocio santo que pastoreará a mis rebaños que se están
 multiplicando”

 Te preguntarás: “¿Dónde están esos pastores santos que el Señor nos
 prometió? ¿Dónde están pastoreando? ¿Está usted diciendo que podemos
 encontrar iglesias rectas en cada ciudad, pueblo o villa? No hay suficientes
 institutos bíblicos y seminarios en el mundo para ni siquiera comenzar el
 cumplimiento de esta increíble profecía. Sé que el Señor está levantando
 un ejército de jóvenes ministros santos, pero seguramente son pocos y no se
 encuentran con frecuencia”.

 ¿Cómo hará esto Dios? Encontramos la respuesta en el libro de Apocalipsis:
 “...Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos
 hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre...” (Apocalipsis 1:5-6). ¡Dios
 nos ha hecho sacerdotes a todos! Todo aquel que ha sido lavado en la sangre de
 Jesús es un miembro de Su real sacerdocio.

 El apóstol Pedro hace eco de estas palabras: “Vosotros también, como
 piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para
 ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
 (1 Pedro 2:5). ¡Dios nos ha llamado a ser sacerdotes que le ministren a Él!

 Verás, el concepto del Señor sobre la “iglesia” es muy diferente al
 nuestro. Pensamos que la iglesia es un ministerio hacia la gente, un lugar
 donde se satisfacen todas las necesidades espirituales, físicas y emocionales
 del pueblo de Dios. Por supuesto, todo eso es parte de lo que forma una
 iglesia, pero la iglesia verdadera, de acuerdo a las Escrituras, comienza con
 el ministerio hacia Jesucristo. El concepto de Dios sobre iglesia es cualquier
 lugar en el que se ministra al Señor.

Por  David Wilkerson

lunes, 19 de enero de 2015

El Pródigo y su hermano

EL PRÓDIGO Y SU HERMANO

 Tanto el hijo pródigo, como su hermano eran igualmente pecaminosos. El más
 joven no había entendido el propósito de la gracia, el cual es crecer hasta
 la madurez de la santidad. Pero el hijo mayor nunca conoció el corazón de su
 padre. Siempre trató de ganarse el amor de su padre por su obediencia y sus
 actos. Él no podía aceptar que su padre siempre lo había amado
 incondicionalmente, totalmente aparte de sus buenas obras. La verdad es que su
 padre lo amaba simplemente porque había nacido de él.

 “Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le
 rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos
 años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un
 cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha
 consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo”
 (Lucas 15:28-30).

 El hijo mayor estaba diciéndole a su padre: “Todos estos años, he trabajado
 tan duramente para agradarte, pero tú nunca me has mostrado este tipo de amor.
 Por lo menos yo nunca lo he sentido”. Esto resume la raíz del problema del
 hijo que protestaba. Él pensaba que él había ganado, a través de buenas
 obras, lo que su hermano menor había recibido a través de la gracia.

 A todo legalista le cuesta dejar de lado la obra de la carne. ¿Por qué?
 ¡Porque nuestra carne quiere hacer cosas para Dios! Queremos ser capaces de
 decir: “Me gané mi paz en el Señor. He ayunado, he orado, he hecho todo
 para obtener la victoria. He trabajado duro y ahora finalmente, lo he
 logrado”.

 Si somos honestos, veremos que nuestra carne siempre protesta contra la
 dependencia en el Señor. No queremos depender de Su misericordia y de Su
 gracia o reconocer que sólo Él nos puede dar el poder, la sabiduría y la
 autoridad para vivir como vencedores.

 Debemos tener cuidado de no hacer la protesta del hermano mayor. Es una
 protesta de la soberbia humana y ¡es un hedor en la nariz de Dios!

Por  David Wilkerson





lunes, 12 de enero de 2015

El gozoso sonido de la libertad



EL GOZOSO SONIDO DE LA LIBERTAD

Cuando el año de Jubileo vino, cada deuda fue borrada. Todo leasing de
arrendamiento y posesiones volvieron de nuevo al propietario original, lo que
significa que el agricultor tendría su tierra y su familia de nuevo. Lea
acerca de esto en Levítico 25.

Se puede imaginar la alegría que tuvo lugar en Israel y Judá cuando sonaron las trompetas. En ese momento, en el décimo día del séptimo mes, mientras
que el sumo sacerdote hacía expiación, cada siervo que había sido vendido
como esclavo fue liberado. Y a cada persona que había perdido su propiedad le
fue devuelto todo. Las familias se reunieron. Las casas fueron restauradas
¡Fue un tiempo de libertad, rescate y liberación!

Me imagino a los agricultores indigentes parados a lo largo de las líneas de
demarcación de su antigua propiedad, a la espera de pasar por encima tan
pronto como sonaran las trompetas. Ellos habían estado esperando diez años. .
después cinco años. . . luego uno. . . y ahora contaba los minutos para
escuchar ese sonido alegre. Ellos debían estar pensado: "Voy a tener de vuelta
todo lo que perdí. ¡Es mío otra vez, porque este es el año del Jubileo!"

No iba a haber ninguna siembra o cosecha durante el año del Jubileo. En
cambio, el tiempo iba a ser dedicado al regocijo. Jubileo era un año entero de
Navidad todos los días para alabar a Dios por su gracia, su provisión y la
libertad.

Por favor, comprenda, la libertad proclamada en el Jubileo no fue una idea
nebulosa fundada en la fe. Era la ley de la tierra, todo lo que un deudor
tenía que hacer para que la ley se cumpliera era pararse sobre ella. Los
levitas actuaron como monitores o alguaciles para que todo el mundo tuviera
asegurada la justicia.

De vez en cuando, un amo pudo decirle a su siervo, "¡No te irás, tú sigues
siendo mi sirviente, vuelve al trabajo!". Pero aquel siervo podía reírse en
la cara del amo y decir: "Los dos sabemos lo que significa el sonido de la
trompeta. Es el sonido alegre de mi libertad. Usted no tiene derechos legales
sobre mí. ¡Soy libre!"

Cuanto debió la gente esperar y desear oír ese sonido alegre. Significaba
tener la libertad de decir: "Nada de mi pasado se levanta contra mí. He sido
liberado y nadie puede robarme mi herencia." Sin embargo, la person esclavitud tenía que actuar con el fin de tomar posesión de su libertad o de
su propiedad perdida. Podía bailar y vociferar en la sinagoga todo lo que
quisiera, gritando: "¡Soy libre, Todo me ha sido restaurado!" Pero hasta que
saliera y reclamara sus derechos, no podía disfrutar de nada de eso. ¿Ve
usted lo importante aquí? La mayoría de los cristianos no han cobrado el
Jubileo que Jesucristo les ha dado. Muchos piensan que el "sonido alegre" hoy
no es más que palmas o bailar en un momento emotivo de la alabanza. Pero es
mucho más. Dios nos llama a apropiarnos de la libertad, la paz y la gloria que
Él nos ha dado a través del perdón de los pecados. ¡Tenemos que salir y
reclamarlo!




Por David Wilkerson






lunes, 5 de enero de 2015

Tener Amor

TENER AMOR

“Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante
de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente… el cual no hizo pecado, ni
se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con
maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que
juzga justamente” (1 Pedro 2:19-23). 
 
Pedro describió la forma en que Jesús manejaba cada situación en la vida.
Cuando la gente lo hería y lo maldecía, Él no contraatacaba ni los
amenazaba. Cuando ellos querían discutir con Él, Él no se involucraba, al
contrario, simplemente se alejaba.
 
“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por
nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (versículo 21).
Pedro lo deja claro: Jesús es nuestro ejemplo de conducta.
 
El apóstol Pablo añade: “Si no tengo amor - es decir, el amor de Cristo-
nada soy”. De acuerdo con 1 Corintios 13, el amor significa mostrar bondad a
todos sin excepciones, no tener celos de ninguna forma, no jactarse o
promoverse uno mismo, buscar el beneficio de los demás por encima del tuyo
propio, no irritarse fácilmente, no pensar mal de nadie, no regocijarse cuando
alguien cae, aunque sea un enemigo.
 
Tanto Pedro como Pablo dejan bien claro en estos pasajes: "Nuestro mandamiento
es que no debe existir revancha, ni venganza, ni amenazas entre ustedes. Al
contrario, entreguen todas sus inquietudes, temores y amarguras a Cristo”. 
 
Nuestros corazones pueden responder: “Señor, eso es lo que quiero”. Puede
que obtengamos algunas victorias a nuestro haber y nos empecemos a sentir
confiados. Entonces, de la nada, alguien dice o hace algo que clava una fea,

inesperada y ácida flecha dentro de nosotros, y se nos viene una rápida
avalancha de pensamientos de enojo. Antes de darnos cuenta, estamos lanzando de
vuelta flechas venenosas al que nos molestó.
 
Nos damos cuenta de que fallamos, a pesar de que nos esforzamos mucho, orando,
buscando a Dios, aferrándonos a la verdad, y disfrutamos también de muchas
victorias. Pero cuando el enemigo vino como río, fracasamos completamente en
nuestro intento de ser como Jesús.

“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1).
Simplemente debes tener paciencia contigo mismo y con tu crecimiento. Después
de todo, la carrera continúa hasta que Jesús regrese. Sí, te tropezarás,
trastabillarás y quedarás sin aliento, pero si fallas, te levantarás y
continuarás. 


Por David Wilkerson





jueves, 1 de enero de 2015

Un verdadero siervo de Dios



UN VERDADERO SIERVO DE DIOS

 Cuando el profeta Isaías anunció la venida de Cristo y Su reino, trazó cómo
 serían los verdaderos ministros de Cristo. Al hacerlo, definió nuestro
 ministerio en estos postreros días, al decir, en esencia: “Quiero que
 conozcas las señales del verdadero pueblo de Dios, aquéllos que estarán
 ministrando ¡justo antes de que el Príncipe de Paz regrese a reinar!”

 Isaías comienza con estas palabras: “He aquí que para justicia reinará un
 rey” (Isaías 32:1). Luego, el profeta añade: “Y será aquel varón como
 escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos
 de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra
 calurosa” (versículo 2).

 Para mí, es claro que Isaías está refiriéndose a Cristo. Y continúa
 diciéndonos que un verdadero siervo de Dios va a predicar la suficiencia de
 Cristo. De hecho, este creyente se encierra con Jesús, confiando en que su
 Señor hará de su alma, un jardín bien regado. Él vive con gran confianza,
 su espíritu reposa y está lleno de paz.

 Este verdadero siervo de Dios no tiene una tempestad efervescente en su alma a
 causa del pecado. Por el contrario. Él confía plenamente en el Espíritu
 Santo para hacer morir sus pecados y hacer su espíritu libre como un ave. Él
 no tiene temores ni preocupaciones, porque todo está claro entre él y su
 Señor. Hay un cántico en su corazón, ¡porque Cristo es su deleite!

 Más allá, este siervo sabe que nadie puede herirlo porque está asido de la
 seguridad y comodidad de la promesa de que Dios defiende a los justos. Ningún
 arma forjada contra él puede prosperar porque Dios mismo se levanta contra
 toda lengua que viene contra él. Dios es su defensa una tierra de abatimiento.

 Isaías destaca dos características que distinguen al siervo justo. Primero,
 tiene discernimiento y, segundo, conoce claramente la voz de Dios: “No se
 ofuscarán entonces los ojos de los que ven, y los oídos de los oyentes oirán
 atentos” (Isaías 32:3).

 Vemos un ejemplo en el primer encuentro que tuvo Jesús con Natanael. Cuando
 Él vio a Natanael venir a Él, clamó: “He aquí un verdadero israelita, en
 quien no hay engaño” (Juan 1:47). En otras palabras, “¡Miren, hermanos!
 Acá viene un hombre que no es hipócrita. No hay engaño en él, no hay
 inmoralidad. ¡Él es una vasija limpia!”.

Por  David Wilkerson