Mejor restaurar que
condenar
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Hermanos, aun si alguien es sorprendido en alguna falta,
ustedes que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de
mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas
tentado.
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Gálatas 6:1 |
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Con el benigno Te muestras benigno, Con el íntegro Te muestras
íntegro.
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Salmos 18:25 |
Una actitud de gracia y misericordia
para con el caído debe ser parte esencial del equipaje espiritual de
todo creyente. Cuando un hermano cae, debemos inmediatamente
reflexionar sobre nuestra propia experiencia y condición, y
esforzarnos por ayudar a restaurarlo y dejarlo más fuerte y en mejor
condición espiritual que antes de caer.
Ese es el entendimiento que está
detrás de las palabras del apóstol Pablo en Gálatas 6:1: 1
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que
sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
En este versículo, la palabra
“restauradle” viene del verbo griego katartizo, el cual entre
otras cosas se refería a la reparación de redes o la restauración
de un hueso quebrado. La idea en ambos casos es reparar algo que está
dañado y dejarlo en perfecta condición, como si nada hubiera
sucedido. Lo que Pablo está diciendo es que en vez de condenar al
creyente cuando cae o comete un error, lo primero que debemos hacer
es recordar deliberadamente nuestra propia condición imperfecta, e
inmediatamente tratar de ayudar al hermano caído a restaurarse y
seguir su jornada hacia la santidad con más fuerza y entusiasmo que
antes de caer. Ese proceso de restauración podrá en ocasiones
involucrar algún tipo de disciplina, pero siempre tendrá que
infundir esperanza, y estar penetrado por un profundo sentido de
gracia y misericordia hacia el caído.
El que ha recibido misericordia de
parte de Dios, debe dar misericordia a los demás. Debemos siempre
recordar cuán difícil ha sido para nosotros el camino hacia la
santidad, a fin de estar dispuestos a extenderle compasión y
asistencia al caído. Para el que reconoce su verdadera condición
ante Dios, siempre le resultará más fácil restaurar que condenar.
Dr. Roberto Miranda