El resplandor que emanaba del rostro y el corazón de Moisés fue el resultado
de haber visto sólo un poco de la plenitud de la naturaleza de Dios (Éxodo
34:29). Aun así, cuando los israelitas vieron el cambio en el rostro de
Moisés, supieron que él había tenido una experiencia sobrenatural. Su
hermana, su hermano y los demás, exclamaron: "Este hombre ha estado cara a
cara con Dios. Él ha ido más allá" (ver Éxodo 34:29-35).
Hoy tenemos algo mucho más glorioso lo que el mismo Moisés tenía. En
realidad tocamos y llevamos la gloria de Dios. "Lo que era desde el principio,
lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida" (1 Juan 1:1).
Juan está diciendo acá: “Dios nos reveló a nosotros, la plenitud de Su
Gloria en Cristo. Vimos Su gloria personificada en un hombre y hablamos con
Él. ¡Inclusive, Le tocamos!”
Hoy no sólo vemos la plenitud de la gloria de Dios, sino que ahora habita en
nosotros. Su gloria resplandece en nuestros corazones: "Porque Dios, que mandó
que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros
corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo" (2 Corintios 4:6).
Pablo está diciendo aquí: "Jesucristo, Dios hecho carne, personifica todo lo
que Dios es. Y, como sabemos que Dios es bondad, amor, misericordia, gracia y
paciencia, también podemos estar seguros de que ésta es la naturaleza de
Cristo. Puesto que Jesús vive en nuestros corazones, sabemos que la gloria de
Dios no está simplemente en algún lugar del cosmos. No, ¡la plenitud de Su
gloria está en nosotros, a través de la presencia de Cristo!"
"Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los
hombres" (Tito 2:11). ¿Quién es esta gracia? ¡Es Jesucristo, lleno de
misericordia, bondad, amor!
"Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos
en este siglo sobria, justa y piadosamente" (versículo 12). Pablo nos está
diciendo: "Esta gracia que habita en ti, es la revelación de la bondad de
Cristo. Y si tú permaneces en Él, ¡Su revelación te enseñará a vivir una
vida santa! "
Por David Wilkerson