lunes, 3 de marzo de 2014

Días Malos


Incluso el apóstol Pablo tuvo días malos


 Pablo fue azotado con un día malo mientras viajaba por Macedonia. “Cuando

 vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo

 fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2 Corintios

 7:5). Este hombre piadoso confesó que su hombre interior estaba plagado no

 solo por un temor, ¡sino qué por muchos temores!


 Ciertamente, Pablo no era un súper humano. Él estaba sujeto a las mismas

 emociones humanas que nosotros enfrentamos. En una ocasión, todos los

 creyentes de Asia se habían vuelto en su contra, aquellos por los cuales él

 había dado su vida. Él escribió: “…aunque amándoos más, sea amado

 menos” (2 Corintios 12:15).


 Sí, Pablo tuvo días terribles. Pero nunca cedió a las emociones y

 tentaciones que les acompañaban. Él testificó en su peor momento: “lleno

 estoy de consolación; sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.”

 (2 Corintios 7:4). Entonces añadió: “Pero Dios, que consuela a los

 humildes, nos consoló…” (verso 6).


 ¿Estás pasando por un mal día, una mala

semana, un largo período de

 desaliento? ¿Estás decaído, desanimado, con

pensamientos de abandonarlo

 todo? Si esto te describe, entonces, ¿cómo

crees que Dios reacciona a tu

 prueba? ¿Acaso te reprende o te castiga? ¡No, nunca! Pablo declara: “El

 Señor nunca ha estado más cerca de ti, y más dispuesto a ayudarte que cuando

 estas decaído y herido”.



 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de

 misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas

 nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que

 están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros

 somos consolados por Dios.” (2 Corintios 1:3-4). La palabra griega para

 “consolación” aquí significa “confortar o alentar, llamar cerca.”

 ¡Qué maravillosa verdad! Cuándo experimentamos días malos, nuestro Padre

 celestial saca provecho de ellos para acercarnos más a Él.


Por:  David Wilkerson