lunes, 10 de marzo de 2014

Brillante contestación

BRILLANTE CONTESTACIÓN

“Entonces Pedro, lleno el Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel: puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios levantó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano” (Hechos 4:8-10).

Pedro, en un poderoso discurso, demuestra a los gobernantes del pueblo y a los ancianos de Israel que están haciendo el ridículo, llevando a juicio a un hombre por haber hecho un bien a un minusválido al que ellos desprecian de todas formas. En efecto les dice: “Aquí estamos siendo juzgados por una obra de caridad. ¿Por qué estáis perdiendo el tiempo juzgando una buena obra hecha a una persona que, según vuestra estimación, es insignificante?”  Les confronta con denuedo. Les presenta la verdad tan bien razonada que les deja sin respuesta. De repente, ¡son los acusadores los que están puestos a prueba!  Brillante defensa de parte de Pedro. Después, les acusa con denuedo de haber matado al Mesías, a Jesucristo de Nazaret. La evidencia principal de que Él es el Mesías consiste en que Dios le levantó de los muertos, y la evidencia de que está vivo es que ha sanado al cojo que tienen delante de sus propios ojos. El milagro hecho a este hombre demuestra que el Jesús resucitado tiene poder para sanar. Es evidencia innegable que demuestra su culpabilidad al matar al Salvador enviado por el Dios al que ellos profesan servir.

Es sorprendente cómo el poder de Dios puede caer sobre hombres sin estudios para que puedan contestar con autoridad, poder y asombrosa sabiduría a las autoridades del país y, a la vez, presentar el evangelio de forma contundente que les deja a todos culpables delante de Dios: “Entonces viendo el denuedo de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Y viendo el hombre que había sido sanado, que estaba en pie delante de ellos, no podían decir nada en contra” (Hechos 4:13-14).

Este es el poder de Dios obrando en y por medio de nosotros, personas normales y corrientes como tú y yo, al colocarnos en situaciones donde estamos puestos a prueba, para convertirlas en maravillosas oportunidades para predicar el evangelio con incuestionable autoridad.

Por Ptor. David Burt