EL CONOCIMIENTO DE DIOS, LA GLORIA
DEL HOMBRE
“Así dijo Jehová: No
se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni
el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová” (Jer. 9:23-24).
Aquí tenemos importantísimas palabras dichas por Dios mismo:
“Si eres rico, que tus riquezas no sean tu orgullo; si eres fuerte, que tu
fuerza no sea tu orgullo; si eres sabio, que tu sabiduría no sea tu orgullo;
sino, que tu orgullo consista en entenderme y conocerme a mí”. “Alabarse” en
este contexto significa “encontrar nuestra satisfacción principal”. Dios está diciendo que lo que nos hace
felices, lo que nos satisface, nos llena, nos realiza y nos aporta
contentamiento en la vida no debe ser nuestra sabiduría (o conocimiento intelectual),
ni nuestro valentía (poder, o fuerza físico, o ascendencia sobre otros), o
nuestras riquezas (dinero, posesiones, poder adquisitivo); sino Dios mismo, el
conocerle a Él.
Asombra oír esto en una sociedad como la nuestra que busca
precisamente estas tres cosas: información, poder y dinero. La gente valora una
buena formación, la fuerza física y un buen sueldo. Si tienen estas tres cosas,
se dan por satisfechos. Pero Dios dice, si las conseguís, no dejéis que sean la
fuente de vuestra satisfacción, sino el conocerme a mí. Esto tiene que ser la
meta de nuestra vida a la cual dedicamos toda nuestra energía, todo lo demás
contribuyendo a este mismo fin. Dios no está en contra de la sabiduría, el
poder o las riquezas, pero ellos no deben ser el centro de la vida, o lo que la
llena, o lo que nos hace sentirnos exitosos.
El éxito es conocer a Dios. Esto significa mucho más que
creer en Él. Es llegar a conocerle como conocemos a los demás: descubrir cómo
es, cómo piensa, lo que valora, lo que le mueve y conmueve. Dios quiere que le
comprendamos y que le conozcamos, las dos cosas. ¿Por qué? ¿Por qué le importa
si le conocemos o no? Nos creó para conocerle. Es alucinante. Dios, el Dios de
los cielos y la tierra, Creador de todo cuanto existe, hizo al hombre para que
pudiésemos conocerle, hablar con Él, estar con Él, relacionarnos con Él y
comprender su mente infinita.
¿Cómo puede una persona entender a Dios? Solamente si Dios se
revela a ella. Lo que nos da a conocer de sí mismo en este texto es que lo
prioritario para Él es hacer misericordia, juicio y justicia en la tierra:
“porque estas cosas quiero, dice el Señor” (v. 34). Es justo, santo, bueno,
amable, recto, limpio, misericordioso y perfecto. Se dedica a hacer el bien aun
a personas pecaminosas que pasan de Él. Sostiene el mundo, alimenta a sus
habitantes, envía su verdad, obra justicia, y todo para que podamos conocerle.
Se deleita en el amor, la justicia y la rectitud y en los que practican estos
valores. Dios está buscando a personas así, que le buscan a Él, y se revela a
ellas.
Nos equivocamos si buscamos nuestra satisfacción en títulos
académicos, seguridad económica, un
cuerpo ideal, poder sobre otros, o el éxito humano. Dios quiere que la fuerza
motriz de nuestra vida sea conocerle a Él. Esta es la verdadera sabiduría,
poder y riqueza: conocer y entender a Dios. Que nuestro conocimiento de Él sea
nuestra suprema gloria.
Enviado por hno. Caballero