lunes, 29 de julio de 2013

Parte de un Colectivo

Nota: Aporte enviado por hno. Mario Caballero
PARTE DE UN COLECTIVO

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis as virtudes de aquel que os llamó de la tinieblas a su luz admirable… Sois pueblo de Dios” (1 Pedro 2:9, 10).

               Ayer estábamos hablando de la identidad del creyente de a pie en tiempos de Moisés, de cómo encontraba significado al formar parte del pueblo redimido por Dios y al dar testimonio a las naciones como tal. Para nosotros nos cuesta encontrar nuestra identidad como parte de un colectivo, a saber, el pueblo de Dios, la Iglesia. Queremos destacar como individuos. Fuimos educados bajo la filosofía del individualismo y encontramos significado en nuestros logros personales. Y puesto que somos creyentes, queremos destacar como tales. Queremos figurar en la iglesia, tener una parte importante en la obra, ser reconocidos como líderes y como valiosos por derecho propio. Preguntamos: ¿Qué pinto yo? ¿Qué importancia tengo yo? ¿Para qué sirvo yo? ¿Cuál es mi papel? ¿Se fijan en mí? Estas actitudes y aspiraciones chocan frontalmente con la mentalidad bíblica. Jesús se hizo “de ninguna reputación”. Vino para servir y para dar. 

               Si los creyentes de antes estaban contentes de ocupar su lugar humilde en este colectivo que es el pueblo de Dios, nosotros deberíamos estarlo mucho más. Nuestros privilegios en Cristo son mucho mayores que los suyos. Podemos entrar en la sagrada presencia de Dios siempre que queremos, ¡hasta vivir en ella! Podemos cantar alabanzas a Dios en nuestros corazones continuamente. Tenemos los pecados perdonados y alejados de nosotros por la sangre de un mayor Cordero que hizo la ofrenda perfecta y definitiva. Nuestro corazón es el tabernáculo de Dios donde mora el Santo de Israel. Cristo mismo es nuestro Sumo Sacerdote y todos nosotros somos sacerdotes del Dios Altísimo.


               Y, en lo colectivo, tenemos mucho en común con nuestros antepasados en la fe. Hoy es otra jornada en el desierto. Caerá el maná del cielo y saciaremos de la Palabra de Dios. Beberemos de la Roca y el agua de vida fluirá de nuestras vidas para dar testimonio al mundo. Caminaremos en obediencia a los mandamientos del Señor, viviendo en santidad en lo cotidiano. Haremos nuestros trabajitos para el Señor: la ropa, la plancha, el trabajo del a calle, la crianza de los hijos. Y haremos nuestra parte en la iglesia según los dones del Espíritu Santo. Nuestro testimonio como individuos formará parte del gran conjunto del testimonio de la iglesia. Será una sociedad diferente en medio del mundo por la cual Dios se dará a conocer por medio de la justicia de vida que demostramos como Iglesia. De esta nueva sociedad en Cristo soy una pequeña parte. Aislada no soy importante. No llamo la atención por mis proezas, pero como parte de la Iglesia de Cristo encuentro mi identidad y mi significado. ¡La Iglesia es muy significativa y en ella estoy yo!