viernes, 12 de septiembre de 2014

Pasar la página

PASAR PÁGINA

“En cuanto depende de vosotros, vivir en paz con todos los hombres” (Rom. 12:18).


El mundo tiene su manera de superar conflictos y el creyente tiene otra.  Vamos a suponer que hace tiempo, puede ser hace un año o dos, pasaste un mal rato con un familiar, o con alguien de tu trabajo o de tu iglesia, una persona a la que tienes que seguir viendo, y esta persona te ofendió mucho. Pongamos que te ha insultado, defraudado, engañado, o que ha hecho algo que te ha causado mucho dolor y muchas lágrimas, o que te ha indignado tanto que no quisiste saber nada de él de por vida.  Pero ha pasado tiempo. Los ánimos han calmado, y ahora quiere resumir la relación. ¿Qué vas a hacer?

La persona que no es creyente puede reaccionar de una de varias maneras. Puede guardar rencor y mantenerse en sus trece: puede rehusar tener nada que ver con esta persona. Otra persona del mundo puede optar por reanudar la relación, “pasando página”, es decir, simplemente olvidando el pasado. Puede decidir que ya ha pasado bastante tiempo, que la persona habrá cambiado, que no vale la pena seguir anclado en el pasado y que ha llegado el momento de “seguir adelante”. Esto significa dejar el pasado y resumir la relación con madurez y cautela, dejando el pasado como si no hubiese ocurrido.

Este optimismo está basado en la confianza de que todos maduramos, que aprendemos de nuestros errores, y que ahora la relación puede funcionar si todos ponemos de nuestra parte. Es creer que el tiempo erradica el pasado, o que las cosas buenas que hacemos en el futuro cubren las cosas malas del pasado, o que uno puede cambiar sin afrontar lo que ha hecho, reconocerlo,  y pedir perdón, avergonzado por lo que ha hecho. Parte de la base que todos cometimos fallos y que hemos de olvidarlos y proseguir ahora en una dirección mejor.

¿Qué pasa con el pecado del pasado? ¿Desaparece con el tiempo? El creyente sabe que no. Pero tampoco quiere guardar rencor. Lo que puede hacer en este caso es examinar su propio corazón delante del Señor, pedir perdón por sus actitudes malas, su orgullo, o su falta de amor, pues Dios pide que amemos a nuestros enemigos, y hablar honestamente con la persona que tanto daño le ha causado. Si aquella no reconoce nada, lo único que puedes hacer es perdonarle, sabiendo que su pecado permanece vigente delante de Dios, y dejarle en manos de Dios, quien hará justicia. En cuanto a la relación contigo, será afable, pero sin intimidad; es lo único que se puede conseguir con estas circunstancias. El creyente habrá cumplido con su parte, pero el otro no. El creyente tendrá paz. Vivirá en la realidad de cómo está la relación, y el Señor seguirá trabajando en la vida del otro para llevarle a un verdadero arrepentimiento.  El creyente ni guarda rencor, ni “pasa página” sin más.

Enviado por Hno. Mario Caraballo