martes, 26 de enero de 2016

Pensando sin Dios

PENSANDO SIN DIOS
“Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto… No pasarás el Jordán” (Deut. 3:26, 27).
            Si nos ponemos a analizar nuestra vida desde una perspectiva netamente humana, sin tener a Dios en cuenta para nada, terminamos decepcionados, cínicos y vacios; no tiene sentido. Vamos a hacer la prueba analizando la vida de Moisés desde un punto de vista humana para aprender a no hacer esto mismo con nuestras vidas. La vida solo se entiende por la fe.
Moisés: Las circunstancias de su infancia fueran traumáticas, siempre con amenaza de muerte violenta. Con meses fue abandonado por su familia y adoptado por gente de otra cultura y otro estatus social. De pequeño vería a su madre de forma regular creando en él una crisis de identidad que estalló con los cuarenta años en un acto de violencia. Tuvo que huir de su segunda cultura y adoptar una tercera. Se casó con una mujer de esta cultura, pero nunca estaban muy compenetrados. Habiendo sido formado por su familia adoptiva para gobernar el país más próspero del mundo, sus planes fueron troncados y totalmente frustrados al encontrarse fuera y sin posibilidad de regresar.
            El período siguiente de su vida como nómada en el desierto, trabajando como pastor de ovejas, no tuvo nada que ver ni con su cultura de origen ni con la adoptiva. Nada le había preparado para esto. Nunca llegó a ser uno de ellos. No tuvo intimidad, ni amistad con nadie de aquel país con la excepción de su suegro. Perdió toda ilusión de gobernar o hacer algo importante con su vida, pero en el fondo le quedaba la idea que había nacido para más que esto.
Este período de su vida terminó de repente cuando tuvo una experiencia religiosa que desembocó en un gran conflicto entre su cultura de origen y la adoptiva. Optó por la primera y vio la ruina total del país que le había acogido y preparado para gobernarlo. Dejando atrás esta ruina, encabezó al pueblo cuya sangre llevaba en sus venas a la libertad y a una nueva identidad como nación, pero nunca fue aceptado como su líder. Su primer intento de introducirlos en un territorio nacional propio fue frustrado y siguieron cuarenta años de tensiones con ellos marcados por su constante rechazo de su liderazgo e intentos de reemplazarle con otro. Fueron cuarenta años caracterizados por guerras, plagas y mortandad debido a su tozudez y rebeldía. Vio la muerte de todos sus contemporáneos y al final muere él sin haber conseguido su meta de proveerles con un territorio nacional.      
¡Qué desconsolador! Nunca caigas en la tentación de analizar tu vida de esta manera, sino con confianza en Dios, en su dirección y propósito, que no es el éxito, ni la prosperidad, ni la felicidad, sino nuestra santificación. El Moisés que fue violento de joven terminó siendo el hombre más manso de la tierra (Num. 12:3). ¡Como Jesús! (Mat. 11:29). Dios cumplió su propósito en él, y “Jehová cumplirá su propósito en mí” (Salmo 138:8). Solo Él sabe lo que está haciendo contigo, y no fallará.  
Enviado Hno. Mario