jueves, 21 de enero de 2016

¿A quién dejas tu tesoro?

¿A QUIÉN DEJAS TU TESORO?
 
“Después (Pablo) llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Quiso Pablo que este fuese con él” (Hechos 16:1-3).
            Poco sabía el apóstol Pablo de la transcendencia que tendría aquel día. Iba predicando el evangelio de pueblo en pueblo, país en país, como de costumbre, y llegó a Listra donde conoció a Timoteo, el que iba ser su sucesor. Dios tenía una relación muy hermosa preparada para él que iba a darle mucho gozo. Como su padre era griego, Timoteo no había sido circuncidado, así que, por amor a los judíos que había en aquellos lugares, Pablo lo hizo circuncidar. Timoteo había dado testimonio de su fe delante de muchos testigos y Pablo le había impuesto las manos concediéndole un don para el ministerio (1:6). No mucho más tarde se encontró en Filipos con una experiencia tremenda para iniciarle en su aprendizaje con Pablo. Pablo y Silas fueron arrestados, torturados y metidos en el calabozo dejando a Timoteo solo en la calle (tal vez no fue arrestado por su edad), sin saber si les volvería a ver con vida. Y así iba aprendiendo hasta la fecha cuando recibió esta epístola importante de Pablo dejando la obra en sus manos. 
            Vamos a suponer que tú te encuentras en una situación parecida a la de Pablo. Sabes que tu vida se acaba. Has terminado la obra que el Señor te encomendó a hacer. Ahora, ¿a quién se la dejas? El Señor nos mandó a hacer discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mat. 28:19, 20). ¿Lo has hecho? Pablo fue obediente. Formó a Timoteo para ser su sucesor. No sabemos por qué no eligió a Bernabé, o a Silas, o a Apolos, pero Pablo tenía claro que tenía que ser Timoteo. Fue a Timoteo a quien dejó en Efeso (1 Tim. 1:3), para poner en orden las cosas de las iglesias de la zona. Era obediente y comprometido con la obra de Pablo y cumpliría fielmente el legado.  
            Volviendo a nosotros, ¿a quién vamos a dejar el tesoro de todas las riquezas que hemos adquirido en Cristo a través de los años? Hemos amasado un tesoro incalculable: la sabiduría que hemos aprendido de nuestra experiencia con Él, la comprensión de su Palabra que hemos adquirido tras horas de estudio personal, el conocimiento de su Persona por medio de nuestra vivencia con Él, la práctica en la obra, contactos y amistades, hábitos en la vida personal. ¿Muere todo con nosotros, o lo dejamos a nuestros “Timoteos”?  Pablo le dice a su discípulo y heredero: “Las cosas que oíste de mí en medio de muchos testigos, estas encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (1 Tim. 2:2). Formamos parte de una cadena. La verdad no puede morir con nosotros, sino que tiene que pasar de unos a otros hasta el día de Cristo.  
            Todos hemos sufrido desengaños. Personas a las cuales pensábamos que podríamos encargar “el depósito” nos han fallado. En estos días de tanta apostasía, como en los días de Pablo, ¡que el Señor nos concede un “Timoteo” fiel, al cual podemos dejar el tesoro incalculable que hemos adquirido en Cristo durante muchos años! ¡Que pase de nosotros a otros que aún pueden incrementar su valor! Así sea.      
Enviado Hno. Mario