jueves, 23 de octubre de 2014

Buenas Obras

BUENAS OBRAS 

“Sea puesta en la lista sólo la viuda… que haya sido esposa de un solo marido [o “fiel a su marido” (NVI)], que tenga buen testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra” (1 Tim. 5:9, 10).

Este  texto da mucho se sí. Es toda una enseñanza acerca de lo que Dios espera de nosotras, de lo que Él considera una vida bien llevada y el ministerio apropiado de la mujer.  Pone el énfasis en el hogar. Su ministerio está centrado en su casa, en su relación con su marido, en la crianza de hijos, en la hospitalidad, en mostrar compasión a los afligidos, y la práctica de toda buena obra. La hospitalidad no se refiere a invitar a amigos a casa, sino a personas que necesitan dónde hospedarse en aquellos tiempos de viajes misioneros y de persecución. Muchas veces eran creyentes desconocidos que necesitaban alojamiento. Hoy día esto incluye a gente recién llegada a la iglesia, conferenciantes de fuera que tienen ministerio en la iglesia, viudas o gente sola de la iglesia que necesita comunión con otros creyentes.

La iglesia primitiva ponía mucho énfasis en las buenas obras. Éstas se pueden definir como obras de caridad, misericordia, de ayuda a personas necesitadas, enfermos, gente que sufre, personas solas, tristes,  pobres, marginadas, o en cualquier dificultad. El creyente no solo ora por ellos, esto es necesario, sino que también les ayuda: “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tiene necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”  (Santiago 2:15, 16). Otra obra de caridad es dar dinero a organizaciones benéficas y misiones que predican el evangelio y atienden a las necesidades de la gente. Hay muchas organizaciones cristianas que están haciendo trabajos humanitarios muy hermosas y si colaboramos con ellos, estamos haciendo buenas obras.


Hay otras cosas que hacemos los creyentes que son necesarias y provechas, pero no son precisamente buenas obras, y no las sustituyen, como, por ejemplo, asistir a los cultos de la iglesia, cantar en el grupo de alabanza o ir a estudios bíblicos o reuniones de oración. Estos últimos nos preparan y capacitan para realizar las buenas obras, pero no son buenas obras en sí que otras personas, al verlas, pueden “glorificar a nuestro Padre que está en los cielos”.

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación… enseñándonos que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este sigo sobria, justa y piadosamente, aguardando al esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14). ¡Que así seamos!

David Burt