viernes, 22 de agosto de 2014

Jacob en Betel

JACOB EN BETEL


“Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Gen. 28:12, 14).
Allí en Betel, huyendo de su hermano por haberle despojado de lo más valioso que tenía, lejos de su hogar, emprendiendo un viaje que le llevaría al lugar donde Dios trabajaría su carácter por medio de alguien aún más engañoso que él, Dios se aparece al solitario viajero. Fue su primera noche fuera de casa. Se acostó en tierra con una piedra por almohada y tuvo una visión. En ella, Dios le prometió abundancia de descendentes, y que todo el mundo sería bendecido por medio de Uno de ellos, por Jesús, quien iba a traer salvación y vida eterna a todos los que la deseaban recibir por medio de Él, de toda nación, pueblo, y lengua de la tierra. Él es la escalera que sube al cielo, el enlace entre Dios y el hombre: “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tu eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:49-51).
Jesús es la Puerta al Cielo, es el Camino que nos conduce allí, es la escalera para subir a Dios: nadie viene al Padre si no es por él (Juan 14:6). Es el único acceso. Él es quien nos pone en contacto con Dios, nos mantiene en comunión con Él, y al final nos lleva para estar con Él. Nos abre la puerta al mundo invisible. En Él tenemos el Cielo abierto y acceso al Padre. Descendió del Cielo para abrirnos el Cielo, y es lo que estaba haciendo para Jacob allí en Betel.        
“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (v. 15). Dios va a guardar su salida y su entrada (Salmo 121:8), tal como lo hace con cada uno de nosotros en nuestro peregrinaje. No nos dejará hasta  cumplir todo lo que nos ha prometido. Jacob estará fuera durante muchos años. Muchas cosas le pasarán. Será tratado injustamente, será odiado, su corazón será quebrantado, y perderá lo que más amaba antes de volver a casa; buscarán su vida para matarle, pero todo el tiempo Dios estará con él, guardándole. Por la gracia y la misericordia de Dios, Jacob volverá un día a la tierra que ahora está abandonando por su pecado, pero no será el mismo Jacob. Dios habrá tratado con el pecado en él, pero sin destruirle.
Dios ha prometido a Jacob la tierra, muchos descendentes, que bendecirá a todo el mundo por medio de Uno de ellos, y que estará con él en su peregrinaje y lo traerá de nuevo a la tierra prometida. ¿Qué más podía pedir? La bendición que su padre pronunció sobre él fue real. Y también lo es el Dios de su padre.

Por D. Burt